Resulta simplista el argumento de que los problemas sociales se deben a que la familia ya no es un núcleo compuesto por un hombre y una mujer.
Por Ileana Delgado / idelgado@elnuevodia.com
Desde hace ya bastante tiempo se debate públicamente que el deterioro de la familia tradicional es una de las principales causas de los problemas sociales que nos aquejan.
Sin embargo, me parece que la situación es mucho más compleja de lo que plantean algunos grupos. Sobre todo, los que promueven elevar el matrimonio a rango constitucional. Tal y como ya han denunciado profesionales de la salud, el estrés, el temor, la inseguridad y el deterioro de los valores morales -entre muchos otros problemas-, pueden llegar a crear trastornos mentales y problemas de salud serios. Pero me parece que sería muy simple achacarlos a que la familia ya no es meramente una institución entre un hombre y una mujer casados.
De hecho, la Escuela Graduada de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas rechazó recientemente la Resolución 99 y señaló que puede tener un impacto altamente negativo en las familias, ya que el perfil de Puerto Rico refleja que menos de la mitad de las familias están compuestas por parejas casadas. "Muchas investigaciones establecen que la gente que se siente excluida, o lo está, recibe menos o peores servicios de salud y tiene menor acceso a los servicios. También tienen más estrés, sobre todo, cuando la exclusión se debe a elementos de estigma", sostuvo en ese momento la catedrática Carmen Vélez Vega.
Hay mucha gente genuinamente preocupada por los problemas sociales que afectan al País, dice la socióloga Linda Colón. Pero éstos no se han planteado de forma correcta. "Los problemas que confrontamos son producto de una crisis en la estructura social y familiar. Y no se resuelven regresando al pasado", afirma, mientras señala que una minoría con mucho eco ha armado la controversia y los medios le han dado foro.
"Es un grupo pequeño de fundamentalistas que se plantean como la moral andante del país y que son los que continuamente alzan su voz para decir los códigos de moral que deben regir en la sociedad. También coge de rehenes a los políticos que, a su vez, responden a las primeras planas de los periódicos y frente a eso, responden de acuerdo con lo que entienden es su mejor respuesta en términos políticos", denuncia la socióloga, quien cree que dentro de esos grupos hay dirigentes cuya conducta personal va en contra de lo que le están diciendo al País.
Según Colón, la causa del deterioro social viene de una estructura que no provee los recursos necesarios para salir de la pobreza, del desempleo, de la falta de apoyo dentro de la familia, de la falta de valores éticos y de la confusión sobre las verdaderas prioridades. Por eso se pregunta si la familia existe para dar apoyo o para exigir éxito y cumplir con las exigencias de la sociedad. "El problema social no es si existe o no el matrimonio, o si la gente vive o no fuera del matrimonio. El problema social tiene que ver con la manera en que la familia se ha reestructurado frente a todos los problemas dentro de la sociedad moderna".
De hecho, para la antropóloga María Isabel Quiñones, lo que no quieren admitir los defensores del matrimonio y de la familia tradicional es que la mayor parte de los casos de abuso de niños y asesinatos de mujeres ocurren, precisamente, en "las familias perfectas" que tanto defienden.
"Es probable que, hoy por hoy, los más comprometidos con el matrimonio sean los homosexuales y las lesbianas a los que se les niega el derecho. Desde su exclusión, están dispuestos a someterse a los más rígidos estándares de pureza y hasta a renegar de lo que precisamente ha representado su rebelión frente a los dispositivos de control social -la libertad sexual. Pero esa verdad escapa al trillado discurso de la familia", sostiene Quiñones, para acotar que vivimos tiempos oscuros, una época de miedos, de intolerancia. "La sospecha, del otro y de uno mismo, es terreno fértil para el surgimiento de políticas poco democráticas, de masas idiotizadas por la promesa de una paz que cancela el derecho a la vida y al goce de muchos y muchas. Creo que no hay peor decadencia que la de una cultura que sacrifica la inteligencia y el pensamiento, por la seguridad ilusoria que provee la destrucción del otro, del diferente, de quien no es como nosotros".
Originalmente publicado en el periódico El Nuevo Día
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